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A Contratiempo
Viernes 19 de Abril del 2024
ISSN 2145-1958 | RSS

Introducción

Beatriz Goubert. Universidad Externado de Colombia y Eliécer Arenas. Universidad Pedagógica Nacional

Julio de 2010 / Revista Acontratiempo / N° 15

Eliécer Arenas, Beatriz Goubert



La historia del maestro León Cardona García ejemplifica como pocas, los avatares de las novedosas y complejas relaciones que se van a desplegar en el siglo XX entre la vida cotidiana y la industria cultural, cambios que tienen que ver con las políticas de la escucha y la circulación de la música, las formas del trabajo musical, y el paso de la artesanía musical a los nuevos modelos de negocio propios de la industria fonográfica, entre muchos otros.


Las apuestas estéticas y existenciales de este hombre se entienden mejor al considerar el singular momento que le tocó vivir, un momento de transición del cual fue protagonista y testigo de excepción. Pensar en León Cardona es acercarnos a las implicaciones de las metamorfosis, desplazamientos y rupturas provocadas por los medios de comunicación en la hasta entonces obligada cultural musical en vivo, donde las posibilidades de acercarse a la producción musical se sucedían en las casas, las chicherías, o los salones, bien fuera para escuchar o para danzar. Las múltiples formas de entretenimiento musical que propiciaron los medios de comunicación, representadas en los aparatos de radio, los acetatos, y más tarde los televisores, transformaron para siempre las prácticas de consumo musical. Ahí, en medio de la transformación imparable está el maestro.


La popularización-masificación de muchos productos culturales inaugura la era de los ídolos mediáticos, aquellos espejos de la cultura que fijan nuevas formas de ser, hablar y vivir la vida.



Estos personajes emblemáticos de los nuevos medios se vuelven verdaderas escuelas de comportamiento, al punto que en el mundo de la música, el cine y la radio logran confrontar a los espectadores a gustos nuevos inimaginables, crean nuevas formas de vida; y la moda, concepto central de las modernidades emergentes, se abre paso desde entonces como gestora de referencias en un mundo que comenzaba a cambiar frenéticamente. Tales contactos transforman no solamente el mundo sonoro de los escuchas, sino también de los músicos que se vieron impregnados de una suerte de diluvio sonoro: jazz, corridos, música cubana, fox trot, entre muchos otros. León Cardona tuvo la suerte de estar en medio de este movimiento sonoro y participar activamente. Su vida como músico de las orquestas de las emisoras radiales le brindó la oportunidad de entrar en trabajo directo con reconocidos músicos internacionales que con mucha frecuencia visitaban el país, bien fuera como intérprete, director o arreglista. Y tal perspectiva de contacto fue aún más exacerbada durante los muchos años que trabajó como artista de las dos casas disqueras más importantes de música andina: Codiscos y Sonolux. Este ambiente creó las condiciones para el surgimiento de un nuevo perfil de músico: el maestro productor, arreglista, músico de estudio, compositor, alguien dotado de la capacidad para poner en diálogo tradiciones diversas y encontrar, no obstante, puntos de contacto significativos en las formas de sonar. Terig Tucci, quizás sea el ejemplo emblemático de esta forma de vida y un referente que va a servir a músicos como Cardona para moverse en una amplio espectro de referencias estéticas y culturales sin conflicto aparente.


Los más de mil discos en los cuales participó con arreglos, composiciones, interpretaciones, diseños, así lo atestiguan. Una de las estrategias de mercadeo común en ese entonces era el arreglo de obras vocales en formatos instrumentales para ingresar al país sonoridades americanas, como la de Paul Anka con su éxito Diane. También de especial recuerdo - doloroso incluso - es el de la grabación de temas en guitarra hawaina, para hacer mella al recién lanzado éxito de Toño Fuentes, Cuerdas que Lloran. La exposición a la diversidad sonora de estéticas internacionales parece haber generado una reacción deliciosamente amplia en el músico compositor. León Cardona construye un equilibro particularmente interesante entre el diseño de música popular comercial cuando está a cargo de los proyectos discográficos en estas compañías, al tiempo que construye un estilo compositivo propio del bambuco y de la música andina en general, que se distancia de los canales de circulación fonográfico y recurre más bien a una rotación en medio de amigos y conocidos dedicados a la interpretación de músicas andinas, quienes se interesaban por esta nueva propuesta del bambuco.


La música de León Cardona -y sus temas más sonados como Gloria Beatriz, Sincopando, Bambuquísimo,



entre muchos otros- expresa la tensión entre la paciencia o resignación ante al marco de referencias de la familia o la comunidad del pueblo, y la irrupción de un mundo, que obsesionado con ser moderno, demandaba abiertamente estar “a la altura” de los referentes internacionales. Su trayectoria temprana como músico de orquestas radiales y como arreglista y productor fonográfico lo confrontó rápidamente con lenguajes foráneos que le hicieron desear cambiar la sonoridad del bambuco para siempre, transformar los ritmos con los cuales creció, pero que le resultaban un tanto convencionales ya. La convencionalidad de las letras, la repetición de esquemas armónicos simples lo animaron a componer de una manera distinta, variando armonías tradicionales hacia círculos armónicos utilizados en otras tradiciones populares, incorporando recursos de tradición más bien académica. Semejante necesidad de transformación sonora se vio representada entonces en los esfuerzos de Luis Uribe Bueno, Iván Uribe, Adolfo Mejía, por nombrar algunos. Era una necesidad colectiva que dio nueva vida a la música andina colombiana. Estos músicos asimilaron la entrada de sonidos de ultramar como la oportunidad para desliteralizar esos lenguajes y refrescar las músicas populares y tradicionales locales, atrapadas en las ortodoxias folclorizantes.


León Cardona, como parte de esa generación de músicos andinos comienza a estructurar su propuesta musical en el momento en que el sector rural, acosado por una violencia enconada, comenzó a distanciarse cada vez más de las nacientes ciudades, generándose como reacción inmediata en el imaginario social una nueva idea de nación, la idealización de la vida campesina y provinciana. La industria cultural, en pleno proceso de consolidación, alimenta en las ciudades un imaginario de lo nacional, ligado a los valores perdidos de la vida campestre, mientras que el músico urbano, emprende nuevos niveles de transacción simbólica, creando lo que Fischerman ha llamado músicas artísticas de tradición popular. Se trata de músicas cuya sofisticación armónica y cuyo cuidado en los diseños melódicos y de acompañamiento las separa de sus referentes primigenios, que habitualmente por estar ligados a la danza, requerían de niveles de redundancia y sencillez de los cuales intentarán apartarse los nuevos creadores. León Cardona, en esa línea, aspiraba a construir una música andina colombiana digna de la escucha atenta, suficientemente interesante para captar la atención del oyente por los laberintos del discurso musical.

La industria fonográfica nacional entra posteriormente en una invasión de artistas extranjeros y la grabación de artistas nacionales se viene a pique; las casas disqueras están más interesadas en prensar y vender aristas internacionales que locales. Tal crisis fue delegándose en una pujante, pero subrepticia red de productores independientes. Lo curioso es que a pesar del desplome de la industria fonográfica nacional, la música del maestro Cardona adquiere vida nueva. El decline de la grabación y la falta de maneras de escuchar músicas colombianas y nacionales se desfoga en los escenarios de los concursos musicales, tan en boga en la actualidad. Nuevas generaciones de instrumentistas aprecian el esfuerzo de Cardona y logran que su música transite por los corredores de los innumerables festivales y eventos de música colombiana. Esta aparición sonora de Cardona tiene momentos importantes con los grupos Las Mellis y Conjunto Instrumental Armónico Audio 1 ,en el marco del Festival Mono Nuñez, aunque previamente, el trabajo del Grupo Especial Audio 2 había mostrado sus obras y sus arreglos. En este nuevo contexto muchísimos grupos se han dedicado a la exploración de su obra, que ha sido trabajada por el propio autor, haciendo numerosas versiones de las obras para diferentes formatos permitiendo que una lista muy larga de intérpretes han hecho, desde entonces, exploraciones profundas a su obra.


Este es, en resumen, el mundo donde el Maestro León Cardona García pone en juego su singular manera de entender los legados de sus ancestros, donde apuesta por una música capaz de ser interesante en términos de la calidad musical y no sólo de los referentes vernáculos. León Cardona ha logrado ser uno de los pioneros en la universalización de la música andina colombiana, un paradigma para los nuevos creadores y el símbolo de una época. Su trabajo, su versatilidad en el oficio, ha de ser fuente de inspiración para los músicos que hoy día navegan en el universo simbólico de la música colombiana.


Este homenaje ha sido posible a la colaboración de muchos músicos que generosamente han hecho llegar material muy valioso para que la lectura del maestro Cardona cumpla su cometido: difundir su trabajo, pero especialmente, invitar a su exploración. Gracias pues quienes hicieron posible este homenaje, a Lucas Saboya, Gloria Millán, Héctor Rendón, María Eugenia Londoño, Alejandro Tobón, entre otros. Esperamos que esta recopilación que ahora comienza de datos, sonidos, inventarios y demás, motive a los músicos a continuar en la exploración de esta obra magnífica.



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