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ISSN 2145-1958 | Miércoles 24 de Abril del 2024 | RSS

Café Windsor: el foxtrot capitalino de Jerónimo Velasco

Reseñado por Fernando León Rengifo. Universidad de los Andes y Juan Carlos Marulanda. Centro de Documentación Musical

Abril de 2011 / Revista Acontratiempo / N° 16




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La tradición de las tertulias se remonta a la época republicana según narra Cordovez Moure en sus Reminiscencias de Santafé y Bogotá, y parece indudable la importancia de estos eventos, así como de los establecimientos públicos, en el florecimiento de la música y de los músicos populares. Según relata Hernán Restrepo Duque (1971), posiblemente la poca aceptación de la música tradicional colombiana en los estratos sociales más altos y, más aún, el rechazo social que ésta provocaba restringieron su consumo a las serenatas, muy de moda por esos años, y a los cafés y piqueteaderos que se convirtieron en lugares habituales de reunión de los músicos. Tanto en Medellín como en Bogotá existieron sitios que sirvieron como escenario de los músicos y de los duetos. En Bogotá, se mencionan “El Folí”, “La Botella de Oro”, “La Torre de Londres”, “El fuerte de San Mateo”, “La Poesía” y “Los Eucaliptus”, y la cervecería “Rosa Blanca” lugares frecuentados por algunos de los contertulios de la Gruta Simbólica. En este último, situado en la carrera séptima a pocos metros de la Iglesia de San Agustín, sucedieron muchos de los ensayos de la estudiantina de Emilio Muriilo, quien era el propietario del lugar (Áñez, 1968). Incidente también fue la “Gran Vía”, un café situado en el antiguo Camellón de las Nieves, propiedad de Manuel A. Murillo, al que se trasladaron la tertulia y la música una vez terminó la guerra, y donde,-según aseguran Restrepo y Áñez- actuaron Wills y Escobar, Forero y Patiño, Cavanzo y Valderrama, Romero y Fernández, Emilio Murillo, Alberto Castilla y Eliseo Hernández, entre otros.

Así mismo, fueron famosos “La Breña”, “La Paloma”, “La Cuna de Venus”, “La Gata Golosa” el café “Windsor”, el “Asturias” y el piqueteadero “Rondinela”. “La Gata Golosa”, reporta Egberto Bermídez, fue un burdel y piquiteadero situado en el Agua Nueva (Chapinero), inmortalizado en el pasillo de Fulgencio García (Bermúdez, 2008; Áñez, 1968). El restaurante “Rondinela” era frecuentado por Julio Flórez, Enrique Álvarez Henao, Clímaco Soto Borda, Carlos Villafañe, Jorge Pombo, y concurrían para estrenar su música Wills y Escobar, Forero y Patiño, Daniel Uribe, Emilio Murillo, Jorge Áñez y Alberto Castilla, quien fue el pianista oficial del lugar (Restrepo, 1998). En Áñez (1968) aparece un relato acerca de una ópera improvisada que presenció en el restaurante. En ella actuaron Moisés Contreras, que hacía de soprano; Gabriel Rosas, de tenor; Antonio Zapata, de barítono, y Daniel Cáceres, de bajo; acompañados por la orquesta La vieja, de la que hacían parte su director y concertador Alberto Castilla, el violinista Miguel Bocanegra y el flautista Belisario Cuervo.

El café “Windsor”, que formaba parte de este circuito de lugares públicos donde se hacía música popular, situado en la esquina de la calle trece con carrera séptima en los bajos del Hotel Franklin, fue un espacio importante de la vida bohemia y cultural bogotana hasta la década de los años treinta, en donde al parecer se llevaban a cabo tertulias musicales y literarias, a las cuales asistían algunas de las personalidades más prestantes de la época. Entre ellos se recuerda a Jorge Zalamea Borda, Germán Arciniegas, Rafael Moya, Luis Vidales, Ciro Mendía, Luis Tejada, Germán Pardo García, Gabriel Turbay, Jorge Eliécer Gaitán, Alberto y Felipe Lleras Camargo, José Mar, León de Greiff, Octavio Amórtegui, Carlos y Juan Lozano y Lozano.

En estas tertulias se presentaba música en vivo, y entre los músicos que frecuentaban el café vale la pena mencionar entre otros a Emilio Murillo y Jerónimo Velasco. En el café “Windsor” actuaron las orquestas de Emilio Sierra, la de Milcíades Garavito, y la Orquesta Unión del maestro Jerónimo Velasco.

La Obra

El fox-trot Café Windsor del compositor vallecacucano Jerónimo Velasco fue escrito en Bogotá y publicado en partitura para piano en el año 1916 como un homenaje a este legendario sitio de música popular en la ciudad; y como gran parte del repertorio instrumental de la época se puede considerar música de salón.

La obra está estructurada en dos partes, la primera de ellas en modo menor con una corta introducción y la segunda en modo mayor.

La introducción, en tonalidad de fa menor, conformada por cuatro compases con armonía de tónica y dominante, da paso a la primera parte, la cual se expone sobre un esquema armónico tradicional cuya secuencia se desarrolla con el siguiente enlace: I - V - IV - II - V – I. El ritmo en compás de dos medios (compás partido) presenta una célula simple conformada por figuras de negras y corcheas y en la melodía aparece un diseño melódico sencillo y claro.

La segunda parte, en Fa mayor, propone un cambio en el ritmo, utilizando figuras de corchea con puntillo y semicorchea en el segundo y cuarto tiempo del compás, célula que da el carácter del fox-trot.

El compositor

Como la de los más eximios compositores de música popular colombiana, la obra de Jerónimo Velasco González (Cali, 1885 – Bogotá, 1963) abarca una variadísima gama y es bastante extensa (más de 500 composiciones, la mayoría inéditas): los aires de pasillo y bambuco, guabinas y torbellinos, se mezclan con los de danza, valses y minuetos de elegante factura (Añez, 1968). Velasco fue una de las figuras más prominentes del ámbito musical colombiano durante la primera mitad del siglo XX. Se desempeñó como oboísta y clarinetista en la Banda Nacional de Bogotá (antecesora de la Banda Sinfónica Nacional) cuando ésta se encontraba bajo la dirección de Manuel Conti. Fue uno de los fundadores y directores de la Banda del Batallón Guardia Presidencial; también dirigió la Banda de Cali. Fue profesor del Conservatorio Nacional por espacio de 20 años y miembro del Congreso Musical realizado en Ibagué en 1935. Así mismo, se destacó como director de diversas orquestas en radiodifusoras capitalinas, llegando a representar al país en la Exposición de Sevilla (1929), donde estrenó su Serenata Caucana.


Referencias:

Áñez, J. 1968. Canciones y recuerdos. Bogotá: Mundial.

Bermúdez, E. 2008. From Colombian “national” song to “Colombian song”: 1860-1960. En: Lied und populare Kultur/Song and Popular Culture, 53. [Consultado el 15 de junio de 2010] Disponible en http://www.ebermudezcursos.unal.edu.co/colombiansong.pdf

Restrepo, H. 1971. Lo que cuentan las canciones. Medellín: Tercer mundo.

Restrepo, H. 1998. La música popular en Colombia. Crónica de nueve canciones representativas. Medellín: Secretaría de educación y cultura de Antioquia. Vol. 13.


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“Como la de los más eximios compositores de música popular colombiana, la obra de Jerónimo Velasco González (Cali, 1885 – Bogotá, 1963) abarca una variadísima gama y es bastante extensa (más de 500 composiciones, la mayoría inéditas): los aires de pasillo y bambuco, guabinas y torbellinos, se mezclan con los de danza, valses y minuetos de elegante factura” (Añez, Jorge: año, página). Velasco fue una de las figuras más prominentes del ámbito musical colombiano durante la primera mitad del siglo XX. Se desempeñó como oboísta y clarinetista en la Banda Nacional de Bogotá (antecesora de la Banda Sinfónica Nacional) cuando ésta se encontraba bajo la dirección de Manuel Conti. Fue uno de los fundadores y directores de la Banda del Batallón Guardia Presidencial; también dirigió la Banda de Cali. Fue profesor del Conservatorio Nacional por espacio de 20 años y miembro del Congreso Musical realizado en Ibagué en 1935. Así mismo, se destacó como director de diversas orquestas en radiodifusoras capitalinas, llegando a representar al país en la Exposición de Sevilla (1929), donde estrenó su Serenata Caucana.

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