Café Windsor: el foxtrot capitalino de Jerónimo Velasco
Reseñado por Fernando León Rengifo. Universidad de los Andes y Juan Carlos Marulanda. Centro de Documentación Musical
Abril de 2011 / Revista Acontratiempo / N° 16
La tradición de las
tertulias se remonta a la época republicana según narra Cordovez Moure
en sus Reminiscencias de Santafé y Bogotá, y parece indudable
la importancia de estos eventos, así como de los establecimientos públicos,
en el florecimiento de la música y de los músicos populares. Según
relata Hernán Restrepo Duque (1971), posiblemente la poca aceptación
de la música tradicional colombiana en los estratos sociales más altos
y, más aún, el rechazo social que ésta provocaba restringieron su
consumo a las serenatas, muy de moda por esos años, y a los cafés
y piqueteaderos que se convirtieron en lugares habituales de reunión
de los músicos. Tanto en Medellín como en Bogotá existieron sitios
que sirvieron como escenario de los músicos y de los duetos. En Bogotá,
se mencionan “El Folí”, “La Botella de Oro”, “La Torre de
Londres”, “El fuerte de San Mateo”, “La Poesía” y “Los
Eucaliptus”, y la cervecería “Rosa Blanca” lugares frecuentados
por algunos de los contertulios de la Gruta Simbólica. En este último,
situado en la carrera séptima a pocos metros de la Iglesia de San Agustín,
sucedieron muchos de los ensayos de la estudiantina de Emilio Muriilo,
quien era el propietario del lugar (Áñez, 1968). Incidente también
fue la “Gran Vía”, un café situado en el antiguo Camellón de
las Nieves, propiedad de Manuel A. Murillo, al que se trasladaron la
tertulia y la música una vez terminó la guerra, y donde,-según aseguran
Restrepo y Áñez- actuaron Wills y Escobar, Forero y Patiño, Cavanzo
y Valderrama, Romero y Fernández, Emilio Murillo, Alberto Castilla
y Eliseo Hernández, entre otros.
Así mismo, fueron
famosos “La Breña”, “La Paloma”, “La Cuna de Venus”, “La
Gata Golosa” el café “Windsor”, el “Asturias” y el piqueteadero
“Rondinela”. “La Gata Golosa”, reporta Egberto Bermídez, fue
un burdel y piquiteadero situado en el Agua Nueva (Chapinero), inmortalizado
en el pasillo de Fulgencio García (Bermúdez, 2008; Áñez, 1968).
El restaurante “Rondinela” era frecuentado por Julio Flórez, Enrique
Álvarez Henao, Clímaco Soto Borda, Carlos Villafañe, Jorge Pombo,
y concurrían para estrenar su música Wills y Escobar, Forero
y Patiño, Daniel Uribe, Emilio Murillo, Jorge Áñez y Alberto Castilla,
quien fue el pianista oficial del lugar (Restrepo, 1998). En Áñez
(1968) aparece un relato acerca de una ópera improvisada que presenció
en el restaurante. En ella actuaron Moisés Contreras, que hacía de
soprano; Gabriel Rosas, de tenor; Antonio Zapata, de barítono, y Daniel
Cáceres, de bajo; acompañados por la orquesta La vieja, de la que
hacían parte su director y concertador Alberto Castilla, el violinista
Miguel Bocanegra y el flautista Belisario Cuervo.
El café “Windsor”,
que formaba parte de este circuito de lugares públicos donde se hacía
música popular, situado en la esquina de la calle trece con carrera
séptima en los bajos del Hotel Franklin, fue un espacio importante
de la vida bohemia y cultural bogotana hasta la década de los años
treinta, en donde al parecer se llevaban a cabo tertulias musicales
y literarias, a las cuales asistían algunas de las personalidades más
prestantes de la época. Entre ellos se recuerda a Jorge Zalamea Borda,
Germán Arciniegas, Rafael Moya, Luis Vidales, Ciro Mendía, Luis Tejada,
Germán Pardo García, Gabriel Turbay, Jorge Eliécer Gaitán, Alberto
y Felipe Lleras Camargo, José Mar, León de Greiff, Octavio Amórtegui,
Carlos y Juan Lozano y Lozano.
En estas tertulias se
presentaba música en vivo, y entre los músicos que frecuentaban el
café vale la pena mencionar entre otros a Emilio Murillo y Jerónimo
Velasco. En el café “Windsor” actuaron las orquestas de Emilio
Sierra, la de Milcíades Garavito, y la Orquesta Unión del maestro
Jerónimo Velasco.
La Obra
El fox-trot Café Windsor del compositor vallecacucano Jerónimo Velasco fue escrito en Bogotá y publicado en partitura para piano en el año 1916 como un homenaje a este legendario sitio de música popular en la ciudad; y como gran parte del repertorio instrumental de la época se puede considerar música de salón.
La obra está estructurada en dos partes, la primera de ellas en modo menor con una corta introducción y la segunda en modo mayor.
La introducción, en tonalidad de fa menor, conformada por cuatro compases con armonía de tónica y dominante, da paso a la primera parte, la cual se expone sobre un esquema armónico tradicional cuya secuencia se desarrolla con el siguiente enlace: I - V - IV - II - V – I. El ritmo en compás de dos medios (compás partido) presenta una célula simple conformada por figuras de negras y corcheas y en la melodía aparece un diseño melódico sencillo y claro.
La segunda parte, en
Fa mayor, propone un cambio en el ritmo, utilizando figuras de corchea
con puntillo y semicorchea en el segundo y cuarto tiempo del compás,
célula que da el carácter del fox-trot.
El compositor
Como la de los más eximios
compositores de música popular colombiana, la obra de Jerónimo Velasco
González (Cali, 1885 – Bogotá, 1963) abarca una variadísima gama
y es bastante extensa (más de 500 composiciones, la mayoría inéditas):
los aires de pasillo y bambuco, guabinas y torbellinos, se mezclan con
los de danza, valses y minuetos de elegante factura (Añez, 1968). Velasco
fue una de las figuras más prominentes del ámbito musical colombiano
durante la primera mitad del siglo XX. Se desempeñó como oboísta
y clarinetista en la Banda Nacional de Bogotá (antecesora de la Banda
Sinfónica Nacional) cuando ésta se encontraba bajo la dirección de
Manuel Conti. Fue uno de los fundadores y directores de la Banda del
Batallón Guardia Presidencial; también dirigió la Banda de Cali.
Fue profesor del Conservatorio Nacional por espacio de 20 años y miembro
del Congreso Musical realizado en Ibagué en 1935. Así mismo, se destacó
como director de diversas orquestas en radiodifusoras capitalinas, llegando
a representar al país en la Exposición de Sevilla (1929), donde estrenó
su Serenata Caucana.
Referencias:
Áñez, J. 1968. Canciones
y recuerdos. Bogotá: Mundial.
Bermúdez, E. 2008. From
Colombian “national” song to “Colombian song”: 1860-1960.
En: Lied und populare Kultur/Song and Popular Culture, 53. [Consultado
el 15 de junio de 2010] Disponible en http://www.ebermudezcursos.unal.edu.co/colombiansong.pdf
Restrepo, H. 1971. Lo
que cuentan las canciones. Medellín: Tercer mundo.
Restrepo, H. 1998. La música popular en Colombia. Crónica de nueve canciones representativas. Medellín: Secretaría de educación y cultura de Antioquia. Vol. 13.
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“Como la de los más eximios compositores de música popular colombiana, la obra de Jerónimo Velasco González (Cali, 1885 – Bogotá, 1963) abarca una variadísima gama y es bastante extensa (más de 500 composiciones, la mayoría inéditas): los aires de pasillo y bambuco, guabinas y torbellinos, se mezclan con los de danza, valses y minuetos de elegante factura” (Añez, Jorge: año, página). Velasco fue una de las figuras más prominentes del ámbito musical colombiano durante la primera mitad del siglo XX. Se desempeñó como oboísta y clarinetista en la Banda Nacional de Bogotá (antecesora de la Banda Sinfónica Nacional) cuando ésta se encontraba bajo la dirección de Manuel Conti. Fue uno de los fundadores y directores de la Banda del Batallón Guardia Presidencial; también dirigió la Banda de Cali. Fue profesor del Conservatorio Nacional por espacio de 20 años y miembro del Congreso Musical realizado en Ibagué en 1935. Así mismo, se destacó como director de diversas orquestas en radiodifusoras capitalinas, llegando a representar al país en la Exposición de Sevilla (1929), donde estrenó su Serenata Caucana.