A contratiempo revista digital

A Contratiempo
Martes 16 de Abril del 2024
ISSN 2145-1958 | RSS

Que el concierto nos tome por sorpresa

Silvia Castro Mejía. Pedagoga musical e investigadora independiente.

2012-04-16 / Revista Acontratiempo / N° 18

En tan sólo un año y medio el artista uruguayo Jorge Drexler ha visitado tres veces el país para deleitarnos con su música. A causa de la fascinación que le causó la acústica del Teatro Mayor, ubicado en las instalaciones de la biblioteca pública Julio Mario Santo Domingo, y muy seguramente gracias al lleno total del auditorio en los dos conciertos del 2010, sus fans y fieles escuchas tuvimos el placer de presenciarlo una vez más. El evento, que hace parte de su más reciente gira Mundo Abisal, tuvo lugar el pasado martes 21 de febrero, en el mismo lugar de los anteriores conciertos.

El formato del concierto es solista, o casi solista. En el escenario lo acompañan una guitarra eléctrica y un par de acústicas. Carles “Campi” Campón participa en un par de temas tocando el theremin, un instrumento musical electrónico que posee un par de antenas, una vertical y la otra horizontal, las cuales interpretan los movimientos de la mano y los convierten en cambios de altura y volumen respectivamente. Es una especie de instrumento invisible, aéreo. Desde una mesa ubicada en frente del escenario, detrás de las primeras sillas del público, “Campi” y Matías Cella, productor de los últimos dos discos de Drexler, se hacen cargo de las programaciones y de la electrónica en vivo. Dan base a las interpretaciones de Drexler con grooves rítmicos, enfatizan alguna frase por él cantada aplicando efectos de eco, también reverberaciones, o quizás convirtiéndola en un bucle que suena unas cuantas veces más. Interponen aquí y allá muestreos grabados en las diversas geografías que visitan mientras dan conciertos: la voz de un predicador mexicano, el canto de un vendedor peruano, el timbre de una bicicleta en España. Una hermosa y muy minimal escenografía, en combinación con un diseño luminotécnico coherente con el discurso musical, a cargo de Carlos Fajardo, recrean visual y escénicamente una suerte de mundo abisal. El repertorio del concierto proviene de la extensa discografía que lleva Drexler a cuestas, once álbums y tres recopilaciones en total, e incluye dos temas nuevos: Que el soneto nos tome por sorpresa y Tres hologramas. El primero hace parte de la banda sonora de la película Lope, del brasileño Andrucha Waddington, y Tres Hologramas es una canción incluida en la musicalización que Drexler compone para una obra de danza que lleva el mismo nombre, interpretada por el Ballet Nacional Sodre de su país natal, con coreografía a cargo del también uruguayo Martín Inthamoussú. Agrega, además, un par de covers: Ella, para rendir homenaje al recientemente fallecido músico argentino Luis Alberto Spinetta, y El estuche, canción de la banda bogotana Aterciopelados.

Jorge Drexler es un músico muy completo. Toca la guitarra con gran facilidad y destreza, su voz es versátil y tersa. Las letras de sus canciones articulan, en un armónico y justo equilibrio, datos de naturaleza muy científica con imágenes muy poéticas y experiencias propias. Algunas líricas incluso tienen algo de crítica social, algo de filosofía de vida, pero dejando de lado cualquier asomo de mensaje aleccionador. La música que las soporta tiene elementos que provienen de diversos géneros, de distintos artistas, y tanto en sus exploraciones con los instrumentos acústicos como en sus juegos con las posibilidades que ofrece la tecnología digital, la calidad es el común denominador. Mundo Abisal, la gira con la cual celebra veinte años de vida musical en la industria discográfica, es una apología a uno de sus más grandes atributos: la improvisación.

El cantautor nos deleitó con un concierto de dos horas, uno de los más largos según él mismo afirmó. El setlist sin duda estaba definido, y las canciones fueron interpretadas en versiones cercanas a las originales, adaptaciones de grandes formatos al básico formato de voz, guitarra y electrónica en vivo. Por más que ya nos sepamos sus canciones, que las interpretaciones no disten mucho de los sonidos que ya conocemos, Drexler siempre sorprende y siempre improvisa con cada pequeño detalle: el sonido del ringtone del celular de un asistente al concierto, lo utilizó como introducción al tema Me haces bien. La audiencia emocionada, siempre con ganas de participar, hacía palmas en la canción Don de fluir. Drexler, cantando, nos invitó a utilizar el chasquido de los dedos, para hacer un acompañamiento más sutil. Un personaje del público, probablemente un músico, se lanzó a ejecutar la clave del bossa nova con un particular sonido como de caja china. El uruguayo lo aplaudió y lo alabó, en su diplomático estilo de dirigirse a sus escuchas. En cada canción iba cambiando los fraseos y los giros melódicos, siempre tan expresivo. Permitía al público cantar ciertos fragmentos, y él callaba para escuchar. Se iba paseando de un lugar al otro en el escenario, jugando con las posibilidades acústicas del lugar. Hay cosas que sólo se pueden hacer en este auditorio, nos dijo. Y si un error se atravesaba ni lo escondía ni se tropezaba, de inmediato lo incorporaba al discurso musical y continuaba con el desarrollo del concierto, como si nada.

La improvisación genera sensación de abismo, de incertidumbre. Exige una actitud siempre alerta, siempre escucha, pide observación, atención y capacidad de reacción. Asumir cada concierto como una nueva experiencia parece ser la decisión de Jorge Drexler. Y por eso sus conciertos, en especial este formato de la gira Mundo Abisal, nos dejan extasiados, sonrientes, satisfechos. Nos abandonamos a su música, para que el concierto nos tome por sorpresa.



ImprimirInicio