A contratiempo revista digital

A Contratiempo
Recuerde escribir las tildes
ISSN 2145-1958 | Viernes 26 de Abril del 2024 | RSS

El número 16 de A Contratiempo refleja, como siempre, la diversidad musical del país. En esta ocasión a través de los distintos artículos los autores ofrecen al lector la posibilidad de acercarse a contextos sonoros particulares, todos muy actuales, que comparten como sustrato común la preocupación por la comprensión de los contextos musicales dentro de sus prácticas socioculturales, atravesadas hoy día por las políticas estatales de apoyo a las músicas regionales, a los procesos locales, y también al apoyo del patrimonio inmaterial sonoro del país.

Con una postura analítica crítica que buena falta hace en el país en torno a estas instituciones musicales, se presenta el trabajo de Hernando José Cobo acerca de la configuración del género de música andina colombiana desde la plataforma del festival Mono Núñez, el escenario quizá con más visibilidad y reconocimiento en el mundo andino. A través del artículo, se explora cómo la estética de lo sonoro ha sido adecuada a las necesidades y preceptos ideológicos particulares. Este trabajo contribuye de manera importante a comprender la lógica de los circuitos de circulación musical y sus formas de legitimación.

Siguiendo con el interés por el tema de las lógicas subyacentes a las valoraciones estéticas, esta vez desde el campo educativo, Juan Sebastián Ochoa presenta un trabajo en el que explora la presencia de la lógica valorativa de la música culta occidental en distintos modelos universitarios de educación musical en la ciudad, que son emblemáticos de los estilos de enseñanza en el país. Esta reflexión la logra desde el marco de los estudios poscoloniales a partir de la noción de geopolíticas del conocimiento.

Una de las instituciones musicales colombianas que se ha transformado con el paso del tiempo, es la de las bandas de vientos, que cumplen dos funciones centrales, que conectan preocupaciones musicales centrales: la de la producción y circulación de repertorios y estilos, y la de la formación de músicos (en el modelo de banda-escuela) y proyectos colectivos y sentidos de pertenencia en las comunidades donde se desarrollan las bandas. En últimas, Victoriano Valencia hace un juicioso análisis de estas transformaciones, y del panorama actual de las bandas en el país, a la luz de la política estatal dentro del Plan Nacional de Música.

El hilo conductor llevará luego al lector a descubrir de la mano etnográfica de Carolina Vanegas cómo los significados originales de una pieza del repertorio chocoano se han transformado hasta llegar a públicos bogotanos. Analiza entonces las relaciones entre estos dos contextos se da una desfiguración del significado cultural y el contexto histórico en el que se enmarca la obra debido a la misma manera en que se recopiló, reinterpretó y difundió, así como por la forma en que llega al público. Un recorrido que vale la pena.

Dentro de este interés por las lecturas sociales de los fenómenos musicales, quiero especialmente destacar la traducción del artículo de Jairo Moreno, director del doctorado en teoría de la música de la Universidad de Pennsylania, titulado “Bauzá-Gillespie-Jazz y Música Latina: Diferencia, Modernidad, y el Caribe Negro”. Este artículo, originalmente publicado en el año 2004 en la revista The South Atlantic (103:1 Winter 2004), presenta de forma magistral un recuento por el encuentro entre Bauzá y Gillespie y la creación del jazz latino, como un acto de diferenciación y discriminación racial entre los negros norteamericanos del bebop y los negros cubanos inmigrantes, creadores del jazz latino. Agradezco la cesión de los derechos del artículo por parte de Duke University Press, para ser publicado en este número de la revista virtual. Sea también una manera de conectarnos con los trabajos que los colombianos desarrollan más allá de nuestro territorio.

En la sección de partituras se localizan dos interesantes piezas musicales: El Café Windsor, un foxtrot de 1916 del maestro Jerónimo Velasco, presentada por Fernando León, quien además de explicar su estructura formal, muestra en qué Bogotá sucedió esta composición. Igualmente el público tiene acceso a la partitura de la obra: El mezazo una pieza un porro palitiao (banda pelayera) del compositor Dairo Meza.

Quiero finalmente agradecer al comité editorial de A Contratiempo y a su director, Jaime Quevedo, su apoyo incondicional en la elaboración de los números 13 al 16 que estuvieron bajo mi criterio editorial. A Contratiempo tiene muchos años por venir, y muchos músicos que le darán a esta revista digital nuevos vuelos.

Beatriz Goubert