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El rol de la mujeres en nuestra música colombiana

Moderador: Juan Sebastián Rojas. Expertos: Diana Sanmiguel, Lucía Ibáñez, María Angélica Valencia

2017-09-13

El rol de las mujeres en nuestra música colombiana

 

13 de septiembre de 2017

 

Expertos

 

Diana Sanmiguel: Percusionista y cantante bogotana. Se destaca su presencia en grupos como La Boa y La Perla.

Lucía Ibáñez: Gestora cultural. Es cofundadora de Sonidos Enraizados junto a Urián Sarmiento y ha adelantado la divulgación musical de artistas como Paíto y Carmelo Torres entre muchos otros.

María Angélica Valencia: Música y fundadora del sello Distritofónico. También forma parte de diversos grupos musicales que se dedican a la experimentación sonora como Mula y Meridian Brothers.

Moderador: 

 

Juan Sebastián Rojas: Investigador musical dedicado a la etnomusicología. Forma parte de diversos grupos musicales como Bandejas Espaciales y la Chirimía Balsámica.

 

 

Juan Sebastián Rojas: Bueno, buenas noches, para mí es un placer estar aquí acompañando esta charla tan importante. Me gustaría iniciar con una reflexión para que tengamos un marco más o menos concreto de lo que estamos hablando. Lo primero es el título del conversatorio, "El rol de la mujer en la música colombiana"; Haciendo una reflexión sobre ese título, me tomé el atrevimiento de cambiarlo y de todas maneras, de acuerdo a lo que hemos discutido aquí, no nos compete discutir el rol de la mujer, ¿cierto? de nadie, eso es lo primero que me gustaría aclarar. Estamos aquí ante unas expertas muy competentes, de áreas muy cercanas y muy distintas a la vez, pero me parece que lo que se debe resaltar acá son sus experiencias y todos sus aportes, no definir el rol de nadie, por un lado; por otro lado, "el rol de la mujer" yo hablaría de las mujeres, me gustaría más hablar en plural: "el rol de las mujeres en la música colombiana", yo también lo pondría en plural: son las músicas colombianas y eso también lo vamos a ver cuándo empecemos a hablar de la experiencia de estas tres mujeres, vamos a ver como la música colombiana también es un constructo, es una imaginación, lo que existen son una cantidad de prácticas y de expresiones musicales que se hacen en Colombia, de ahí a atribuirle la idea de lo nacional a una música concreta eso tiene toda una problemática que además es histórica y no es el tema de hoy.

 

 

Título propuesto:

Las mujeres en la actualidad de las músicas colombianas



Finalmente quiero realmente hacer una salvedad, yo tengo claro que el hecho de que haya un hombre en la posición de moderador puede ser interpretado como una perpetuación de las lógicas patriarcales, porque el que modera pues estar en una posición de micro poder en la mesa, ahora eso desde un punto de vista estructural de la sociedad, pero hay que aclarar que nosotros nos conocemos hace muchísimos años también y hay unos afectos que ayudan a mediar ese "micropoder" que da la situación de moderador. Tampoco es mi intención ser un moderador, yo quiero ser un facilitador, me parece mucho más interesante ser un facilitador de la experiencia de estas tres mujeres con las que vamos a conversar.



Juan Sebastián Rojas: ¿A ustedes qué es lo que se les ocurre cuando piensan en las mujeres en la música colombiana?

 

Sebastián Carrizosa (organizador): A nosotros se nos ocurrió un tema, que es el tema de la mujer como intérprete de la voz, que es un tema transversal y muy recurrente, la mujer como cantante, que se habla en la escena sobre una "minoría" de mujeres, y de esa "minoría" de mujeres la gran mayoría, o una muy buena parte, tienden a dedicarse al canto; entonces a partir de esa inquietud establecimos una relación de  las mujeres con el canto y con la voz. Más adelante hablaremos un poco más de la interpretación de otros instrumentos, yo quisiera abrir la mesa precisamente con una de las cantantes, Diana Sanmiguel de La Perla.

 

Diana Sanmiguel: Sí considero muy importante que se hable de lo que las mujeres estamos haciendo en la música colombiana, no solo como intérpretes, no solo como gestoras, sino como parte fundamental de todo lo que pasa en la industria, yo llevo más o menos diez años cantando, tengo una agrupación que es de solo mujeres que se llama La Perla y últimamente escuché que decían  que está de moda, lo cual no me molesta, me parece chévere porque nos va a llegar mucho trabajo, pero también creo que está de moda el tema de las mujeres en la música, por fin se está hablando, por fin se están haciendo esas preguntas de ¿dónde están?, ¿qué están haciendo?, ¿cómo se reconocen?, ¿cómo se visibilizan?, entonces agradezco profundamente la iniciativa que tuvieron para llamarnos aquí a nosotras tres y a  Juan Sebastián, a hablar de eso, porque si bien no podemos dar un diagnóstico de lo que está pasando, sí podemos contar desde nuestra experiencia lo que es, nuestros aportes, nuestro camino; entonces yo, con mis dos bandas tengo unas experiencias muy distintas porque en una somos cinco mujeres y en la otra son nueve hombres y yo soy la única mujer, pero encuentro que cada vez más hay un reconocimiento por lo que las mujeres estamos haciendo, así sea una sola mujer en una banda finalmente se va ampliando el espectro de la participación para nosotras, y con La Perla hemos llamado la atención por el hecho de ser solo mujeres, entonces lo que puedo decir es que si bien se está reconociendo cada vez más la labor de la mujer, todavía es un camino muy largo que se está gestando a través de estas participaciones que nosotras estamos haciendo y a través de este tipo de eventos. Esta es la introducción que quiero hacer de mi labor en la música que, además de tocar y de cantar, también me he introducido en otros aspectos como la gestión, la administración, que es otra cosa que hay que reconocer y que esta opacada a la vista de mucha gente. Una gran gestora, que tengo a que a mi lado y de quien he aprendido mucho, es Lucía Ibáñez. Entonces de una vez le paso el micrófono para que ella nos cuente.

 

Lucía Ibáñez: Yo trabajo desde una plataforma que creamos con unos compañeros hace unos nueve años, se llama Sonidos Enraizados, y empezó siendo un sello disquero enfocado a músicas tradicionales, folclóricas, étnicas, campesinas, rurales, etc. Se les ha llamado de todas las formas, de todas esas maneras se les ha nombrado, nosotros ahora nos gusta llamarlas "locales" porque son músicas de lugares muy particulares, relacionados con una historia local, particular, y pues bueno en eso nos hemos enfocado.


Creo que para mí ha sido una sorpresa porque yo realmente hasta hace muy pocos años no me di realmente cuenta de la situación, no me había realmente percatado de ella porque siempre viví en un mundo muy abierto con unos padres muy abiertos un universo muy intelectual, tuve la posibilidad de estudiar, tuve la posibilidad de asistir a un colegio, a una universidad y a espacios en donde se democratiza un montón a través del conocimiento la participación de todas las personas de una comunidad o de una sociedad. En todo caso, en realidad fue hasta hace como unos tres años en 2013 que yo tuve mi primer momento en el que me sentí en una situación de desventaja, o que está pasando que no entendí en una primera instancia, y luego me ha tomado muchos años entender y, bueno, creo que estoy todavía en esa asimilación de qué es lo que sucede.

 

Yo estudié de niña saxofón, estudié música pero luego me dediqué más a las ciencias sociales y posteriormente a través de mi trabajo con Sonidos Enraizados me dediqué mucho más a la gestión dentro de mi función en una comunidad artística bogotana. Mi trabajo en la gestión inició porque me di cuenta de que hacía falta, era un vacío, y yo lo hacía bien. Ahí había una acción desde la que se podía  aportar y siempre en función de poder tejer entre diferentes colectivos, y que creo que tiene que ver con esta calidad de feminidad que lleva uno al haber nacido mujer, tal vez puede ser una pregunta, pero en todo caso mi función ha estado hasta ahora más enfocada hacia allá.

 

Dentro de Sonidos Enraizados trabajamos con músicos de diferentes regiones del país en donde es clara y notoria esta diferencia en los géneros, y sobre todo en la diferencia de la función que cumplen. Entonces en un principio fue un poco chocante que una persona del sexo femenino sea la que llega a organizar y coordinar ciertas actividades en algunas comunidades, como por ejemplo en Maní (Casanare) donde todavía nos comparan con las vacas, incluso en los conciertos, caso verídico que sucedió y que sucede. Entonces bueno, dentro de ese rol y de esa función dentro de Sonidos Enraizados y también en esa labor de intermediación entre las culturas locales y este, digamos, universo global que podemos pintarnos un poco desde Bogotá, o desde lo internacional, ha sido una labor atravesada por mi condición de mujer, y me reconozco como mujer, y he estado parada en esa función desde ahí.

 

Para mí está muy acertado el cambio del título, definitivamente me parece importante que identifiquemos claramente, dentro de todas las posibilidades que puede haber de funciones de roles de participaciones, algunas cosas comunes dentro de todas estas. En particular creo que cuando hicieron este conversatorio y se referían como músicas colombianas seguro se referían a éstas mil maneras de nombrar a estos sonidos que son nacidos en este territorio, delimitado por el estado nación Colombia y ahí nos hemos estado moviendo, así que estamos acá a la orden para para conversar, compartir dudas, preguntas y demás.



María Angélica Valencia: Me parece muy interesante compartir con los tres, sobre todo porque creo que cada una de nosotras en particular, aunque nos conocemos y tenemos puntos de encuentro, también tenemos líneas distintas y eso me parece clave para plasmar diferentes perspectivas que al final tampoco son todas las perspectivas pero sí, como decía Diana, cada una desde su experiencia.

 

Yo simplemente estudié música, soy música saxofonista y clarinetista y toco con varios proyectos. Soy la única mujer en todos los proyectos en los que toco y también trabajo desde hace unos años con un colectivo de músicos, todos hombres, que se llama la Distritofónica, y desde hace unos años organizo un festival que reúne diferentes tipos de música que reúne a músicos colombianos y músicos que vienen de afuera.

 

Lo que me parece clave de estos espacios es poder compartir, yo siempre siento que si uno va a un lugar esperando a que alguien le enseñe todo, le diga todo lo que tiene que hacer o algo así pues, no creo que las cosas sean así. Yo he aprendido de la experiencia, me gusta aprender de la experiencia y de compartir con la gente; entonces en ese sentido también ahorita que Juan Sebastián hacía la pregunta a ustedes, fue algo que propusimos en esta charla: ¿por qué no empezamos preguntándole al público qué referencias tiene de la mujer o de las mujeres en la música colombiana? y esa es una pregunta que también a mí me surge siempre: La historia de la música en Colombia no ha estado enfocada a difundir la propia música colombiana. A uno le meten artistas internacionales y uno se conoce la vida de John Lennon o lo que sea, pero no tiene muchos referentes de la música local y mucho menos aún, de las mujeres o el papel de las mujeres en la música local y entonces esa era una pregunta que yo tenía, pues le había planteado a Juan Sebastián que también los asistentes nos cuenten quiénes conocen mujeres, o ¿qué referentes femeninos tienen particularmente en la música local?

 

Diana Sanmiguel: Lo que notábamos un poco es que sí, que las referencia que a uno inmediatamente se le vienen al a cabeza son mujeres que cantan, pero claro, hacer el ejercicio de pensar en una mujer que toque otro instrumento se vuelve más complicado, y eso era lo que queríamos ver, la gente qué tan enterada o qué tan a la mano tiene a las mujeres que están en la escena tocando o haciendo otro tipo de labores pero si nos dimos cuenta que las cantantes son las que resaltan. 


Juan Sebastián Rojas: Entonces aquí vemos que puede haber dos temas: uno es el tema que hablábamos al principio, que en la proporción del universo de músicos se asume que las mujeres son una minoría; pero lo otro es el tema del no reconocimiento, de la invisibilización, porque puede que hayan muchas más mujeres de las que nos tendemos a imaginar pero no son reconocidas, entonces ahí hay un doble tema, y por supuesto este conversatorio surge no solo por lo actual del tema sino también surge porque existe la conciencia de que existimos en un mundo con una sociedad patriarcal, entonces con ese supuesto se genera este espacio para hacer un reconocimiento a esas prácticas que por razones estructurales tienden a ser más invisibilizadas. 

 

Lucía Ibáñez: Sí, a mí se me ocurren figuras que me parecen supremamente importantes como Delia Zapata Olivella, no solamente su participación fue muy importante para lo que ahora podemos pensar como "músicas colombianas", sino también en la figura de la mujer, no solo de lo femenino sino de la mujer dentro de la música, ese tipo de figuras son un referente para nosotras también, pero claro, son referentes muy cercanos en el tiempo, esto fue en los cincuentas. ¿Qué tan reciente es ese debate y qué tan reciente es la posibilidad de tenerlo abiertamente para pretender generar unos nuevos paradigmas, como unos nuevos epistemes, unos nuevos significados de estas situaciones?

 

Juan Sebastián Rojas: Lucía, tú decías en un momento que hubo una situación, un momento concreto en el que tú te diste cuenta de algo que te parecía raro en medio de tu trabajo, ¿de qué fue de lo que te diste cuenta?

 

Lucía Ibáñez: Sí, es bien particular porque incluso ayer me volví a encontrar con el personaje que generó esa violencia. Seguramente no fue un hecho violento visible para todos en ese momento, nadie se dio cuenta, solo me di cuenta yo, eso es todavía más violento. Fue en un espacio académico en donde tuvimos la oportunidad, con Sonidos Enraizados, de participar en cinco facultades en donde trabajaban temas de etnomusicología, algunas facultades de etnomusicología y otras de musicología, esto fue en el marco de una gira en Francia e Inglaterra, y en el ámbito académico yo realmente nunca había sentido ningún tipo de discriminación.

 

Sucedió en el momento en el que terminamos nuestra exposición, estaba con el otro compañero de Sonidos Enraizados y finalmente no hubo preguntas por parte del cuerpo académico, ninguna pregunta que fuera dirigida hacia mí, ni hacia mi parte de la exposición. Finalmente me dijeron que muy buena traducción, y luego no me volvieron a dirigir la palabra en todo el evento. Yo nunca me había enfrentado a una situación de esas, o jamás me había cuestionado tampoco en esa dirección. Nací en un contexto felizmente muy rebelde de mis padres y de una madre muy feminista, y para mí era un discurso que ya estaba dado, hecho, aceptado, listo. No me di cuenta de que tal vez no es un discurso que se ha puesto en debate en todos los escenarios en los que uno puede estar expuesto en los que uno puede estar interactuando. De eso me di cuenta en 2013, ya tengo 32 años, eso fue hace muy poquito tiempo, toda mi vida en ese engaño y bueno esa fue la situación.

 

Juan Sebastián Rojas: Bueno, aquí Lucía nos está contando una experiencia desde el ámbito académico con Sonidos Enraizados. La música existe de muchas maneras, la música no es solo el sonido, no es solo la práctica, sino que hay otros ámbitos donde existe la música y por esto nos acompañan nuestras ponentes: el ámbito de la gestión por ejemplo, el ámbito de la composición, el ámbito de la producción. Hay una serie de actividades que no están directamente relacionadas con tocar música pero que hacen parte de lo que es la música, entonces a partir de ahí nos estamos organizando.

 

Yo quisiera saber si la mesa tiene alguna otra experiencia desde otro ámbito que no sea el académico, desde el ámbito de la práctica musical o de la gestión cultural, si tiene alguna otra experiencia de machismo o micro agresión, algo que nos quisieran compartir.

 

Diana Sanmiguel: Bueno, mi experiencia ha sido más en la música tradicional, directamente en las regiones, en los festivales de la costa Caribe. Allá, ha cambiado esta situación, las primeras veces que fui notaba que casi no había mujeres tocando, más que las que cantaban o las que bailaban. No había mujeres tocando instrumentos: tambores, gaitas, nada; y cuando las mujeres querían entrar a pedir el instrumento en la dinámica de rueda (entras y pides el instrumento) lo que yo veía las primeras veces era que no nos dejaban tocar, tocaban tres minutos y ya, llegaba el tamborero y le decía: "no, ven pa`cá, ven pa`cá, que tú no tocas bien". Esa era toda la posibilidad que tenías de tocar, y claramente el argumento que se ponía, o que se pone todavía en algunos casos es que la mujer no tiene el peso en la mano, que la mujer no toca como un hombre, que la mujer no toca.

 

Pero había un rechazo adicional, porque también empezó pasar que las mujeres del interior iban a las regiones. Entonces no solo era mujer, era mujer cachaca "¡qué sabor va a tener eso!, ¿cómo va a sonar bien?" Esas fueron las primeras impresiones que yo me llevé de ir a los festivales, y yo queriendo tocar, y yo sabía que no estaba al nivel de ellos, pero decía: "esta es la escuela, yo tengo que meterme" y claro, obviamente duraba un minuto tocando y ya me sacaban porque así funcionaba, pero después de diez años de ir ya uno toca mejor, y también empieza a ver que hay más movida de mujeres interesadas.

 

En el caso de mi grupo, La Perla se ganó un festival que se había ganado solamente un grupo de mujeres en 1989, nos lo ganamos nosotras en el 2015; entonces eso fue reavivar una mirada hacia lo que las mujeres estaban haciendo, y por fortuna el reconocimiento entre músicos, entre los otros gaiteros y entre la gente del pueblo, fue después de mucho tiempo de estar allá, esperando la oportunidad para poder tocar. Sí hay que reconocer que en la costa todavía hay un machismo muy marcado, pero sí va cambiando, y van llegando cada vez más mujeres a tocar, que tocan cada vez mejor, que se ganan el premio de la mejor tamborera, de la mejor gaitera, entonces ahí se está abriendo el espacio, y la mujer con su labor es la que está dando la posición. No es que los hombres hayan dicho "venga ahora vamos e invitamos", no, fue uno mismo metiéndose allá y dándole duro al cuero y haciendo lo que tiene que hacer. Es un camino muy largo y ahora lo interesante es que cada vez hay más semilleros en los que hay jóvenes y niñas tocando, yo creo que va por buen camino y cada vez las mujeres se arriesgan más a hacer lo que quieren.

 

 

María Angélica Valencia: Bueno, pues mi perspectiva es mucho más urbana y yo creo que esta cultura machista hace parte de nuestra idiosincrasia. Aunque ha ido cambiando en todos los aspectos, en todos los ámbitos y en todos los campos, sigue estando presente de todas formas; y ahorita Juan Sebastián hablaba de "micromachismos" o las "microagresiones". Es algo que muchas mujeres acá sienten caminando por la calle, etc. Sin embargo, también creo que es algo que se puede ir hacia el otro extremo. Siento yo que esta tan bombardeado ahora el tema que cualquier actitud que pueda tener un hombre puede ser ya un "micromachismo", puede ser ya una "microagresión" y entonces uno también esta alerta, despierta.

 

Yo, que convivo la mayor parte del tiempo con hombres, he aprendido a meterme un poco en esa psiquis masculina, y he empezado a entender que fisiológicamente somos seres distintos, percibimos el mundo de maneras distintas. En la medida en que uno trate de verlo racionalmente y entender esa diferencia puede convivir con eso. Tratar de entenderlo desde las dos perspectivas y lidiar con eso de ida y vuelta, entender cómo funciona ese lado masculino, es lo que yo he ido aprendiendo, y eso personalmente a mí como mujer también me ha aportado muchísimo, me ha enseñado a estar mucho más tranquila con muchas cosas, a quitarle tantos detalles y minuciosidades que normalmente tenemos las mujeres frente a las situaciones de la vida, eso es el lado bueno que he sacado de eso.

 

Siento que también me ha dado herramientas para afrontar situaciones con los hombres. Cuando yo estudiaba en la universidad éramos tres mujeres por cada quince hombres, hoy en día ha cambiado muchísimo, pero en la historia de la música, no solo en Colombia si no en general, ha sido una situación así. No sé si eso tenga que ver o no con una cuestión de machismo, o sea circunstancial, pero ha sido así, y aunque se han ampliado los espacios sigue predominando el lado masculino en esta historia. No he tenido situaciones puntuales como la que cuenta Lucía, y me siento afortunada además porque la gente con la que yo trabajo, y con la que toco, son ante todo son mis amigos, y existe un respeto infinito de hombre-mujer en la amistad y en lo profesional también. 


Juan Sebastián Rojas: Gracias Diana, bueno ahora entrando un poquito en el tema de las diversas músicas, las músicas colombianas, me gustaría que habláramos de ese imaginario de la mujer como cantante, o como cantadora: ¿es lo mismo o son dos cosas distintas? ¿Es lo mismo la mujer cantando en la música popular, una Adriana Lucía, una Martha Gómez, que una Eustiquia Amaranto, cantadora de bullerengue de Turbo, o una Inés Granja de Timbiqui? pregunta abierta para la que quiera responder.

 

Lucía Ibáñez: Esta ha sido una de las inquietudes que hemos tenido desde Sonidos Enraizados, al abordar el encuentro con estos personajes, actores de estas prácticas culturales, pensándolos no solo como músicos de espectáculo sino como músicos, pues cumplen otras funciones dentro de su comunidad. Por ejemplo, en los casos en que acaba de dar Juan Sebastián, son mujeres que no solamente cantan, sino que además son mujeres que curan, mujeres que están encargadas de articular la familia, etc.

 

Juan Sebastián Rojas: Perdón, hablando de Eustiquia y doña Inés ¿Cierto?

 

Lucía Ibáñez: De Eustiquia, que curan, que son encargadas de articular diferentes espacios de la comunidad, específicamente el tema nacimiento y la muerte. Ella es también partera, es la persona que se encarga de la salud de su comunidad. Pero hablando de esas funciones, siento que en las practicas musicales sí ha sido muy compartido entre  ambos géneros, tanto por hombres como por mujeres.

 

Pero así como hemos encontrado parteras o curanderas o cantadoras de lavados, también  sucede en hombres, y muchas veces ese rol dentro de los hombres también ha sido negado por una sociedad machista que precisamente empieza  a predominar. Sí antes hemos tenido este debate, que las cantadoras y los cantadores siempre han existido, y siempre han estado dentro de esa lógica de cantos tradicionales,  ¿en qué momento empezamos a hablar de las cantadoras y no de ellos? Entonces, ¿en qué momento de las parteras? Porque cuando uno va al territorio, y se mete en lo profundo, también son parteros y también son curanderos. Entonces, creo que también ha habido una invisibilidad a esos espacios de igualdad que se daban en otras dinámicas de organización social. Esa es mi reflexión al respecto.

 

Juan Sebastián Rojas: Tú, Diana, como cantante de La Perla: en la costa lo llamarían cómo, ¿folclor?

 

Diana Sanmiguel: Neo-folclor.

 

Juan Sebastián Rojas: Tú, como cantante de La Perla te insertas entre  el ámbito de cantar música tradicional (no sé si necesariamente la función social que tiene una cantadora), y el ámbito de la música popular, tú ¿cómo sientes que ha sido tu experiencia relacionándote con todos estos temas de género?

 

Diana Sanmiguel: Es una pregunta difícil porque yo no he sentido mucha diferencia. Cuando voy a las regiones, y estoy en el contexto de rueda y canto, claro que hay un escepticismo hacia mí como mujer bogotana, nunca me consideraría una cantadora bajo ese espectro de cantadora que existe, que es la matrona, la señora sabia, iluminada, no. Yo intento cantar bullerengue, estudio, a mí me gusta, pero no diría que soy una cantadora. Y en las músicas urbanas o en las músicas populares la tienes más fácil, no está ese estigma, es mucho más libre poder expresarse.

 

Es raro porque yo canto rap y también canto bullerengue, y aunque parezca que ambos mundos no pudieran confluir, en mi caso sí se logra con el proyecto que es La Perla. Que partimos inspiradas en la música tradicional, pero no hacemos música tradicional porque no estamos en el contexto tradicional de la música, sino que nos trajimos un poquito lo que hemos aprendido para combinarlo con todos los demás elementos que nos rodean, por estar en la ciudad, y con todas las músicas que nos gustan.

Entonces yo no podría considerar que nosotros hacemos folclor, la música que hace la Perla simplemente es una música que va alimentándose de un montón de cosas que, como grupo, estamos explorando, estamos buscando, inventando, intentando hacer, proponer. Entonces yo siento que es distinto, pero como lo he abordado desde la ciudad con dos proyectos que han sido manejados como proyectos comerciales que se quieren vender, entonces no es el rito, no es la cantadora que está en el momento que decía Lucía, del nacimiento y la muerte, ese es otro terreno, que si bien yo he ido a ver porque me interesa mucho, simplemente me considero una observadora. Quiero aprender mucho de eso.

 

Mi experiencia más cercana con una cantadora ha sido con la maestra Nelda Piña, con quién hicimos un trabajo con La Boa, he ido a su casa, he estado en sus espacios compartiendo y sé que ella como cantadora también ha tenido unos momentos en los que ha estado relegada por muchas situaciones sociales, por tener que mantener una familia con 5 hijos, porque muchas veces los promotores allá en la costa se aprovechan de la labor del músico que no sabe bien cómo hacerlo, etc. Siento que son dos figuras diferentes. Lo ritual y ancestral de las cantaoras, y una cantante de música popular, son dos terrenos distintos, así lo veo.

 

 

Juan Sebastián Rojas: Bueno, pasándonos al tema de las mujeres como intérpretes de otros instrumentos, María, tú que estás involucrada en la escena de lo que hoy en día se llama "músicas experimentales", si bien hay propuestas cantadas en esa variedad de proyectos, la gran mayoría son propuestas instrumentales, ¿o estoy equivocado?.

 

María Angélica Valencia: Sí, la mayoría son instrumentales y de hecho una en las que estoy ahora, Con Voz, es voz masculina.

 

Juan Sebastián Rojas: En el ámbito de la música popular, distinto de la música tradicional, y de estas músicas experimentales que no necesariamente buscan enmarcarse dentro de la industria, dentro de ese ámbito tan  específico yo quería preguntarte sobre el rol de las mujeres como instrumentistas, si hay alguien más además de ti.



María Angélica Valencia: Sí, claro que hay más gente. Tal vez en el ámbito en el que yo me muevo (en la música más experimental) no hay tantas mujeres en Colombia, y en general en el panorama internacional de lo que conozco tampoco hay tantas mujeres intérpretes que estén más influenciadas hacia ese lado. Obviamente hay mujeres en la interpretación de otros instrumentos más académicos, pero en este lado si es difícil.

 

Juan Sebastián Rojas: Estaba aquí acordándome la vez que estuvimos con un grupo haciendo una promoción precisamente para el festival Distritofónico en un programa de Canal 13 que era sobre las músicas experimentales, ¿tú al fin lo viste, ‘Mange’, lo pudiste ver?

 

María Angélica Valencia: No, estaba en otros asuntos...

 

 

Juan Sebastián Rojas: Ahí participaron varias mujeres de la escena de la música experimental, entre ellas Ana María Romano,  no sé si hay otras figuras por ahí que nos puedas recomendar, para las personas interesadas en buscar.



María Angélica Valencia: Bueno, en el ámbito de la música contemporánea hay varias mujeres. Además de Ana Romano, quien es compositora, conozco varias colegas, amigas cercanas, inclusive una que quería venir hoy: Melisa Vargas, es compositora más hacia el lado de la academia, de lo que se denomina como música contemporánea académica. Sin embargo, dentro de ese campo también hay algunas intérpretes, no cantantes, que han explorado ese territorio que tiene el componente de músicas populares urbanas, y también un poco de influencia académica, no muchas pero las hay. Hay también muchas que se han ido al exterior, como el caso de Tatiana Castro, una pianista que vive en Argentina desde hace muchos años y quien toda su carrera la ha hecho allá.

 

Juan Sebastián Rojas: Bueno y ya que estamos en el tema de la práctica musical, de las mujeres haciendo música, hay un tema que tiene que ver con la interpretación de los instrumentos, más relacionado con los vínculos que se establecen entre la ciudad y la región, y que es el tema concreto de la interpretación de los instrumentos tradicionales de percusión. Sólo el tema de la práctica de las músicas tradicionales en Bogotá ya es un tema que incita a su exploración, es un tema muy complejo y ha habido muchos trabajos de varios investigadores que tratan de analizar estas dinámicas. Pero no es sólo como estas músicas vienen acá, sino que hay  un proceso a la inversa, es decir que se establece una relación, ¿nos quieren contar esa historia?


María Angélica Valencia: Cuando yo estudiaba en la universidad (por ahí 2002 o 2003) tomé una electiva de percusiones colombianas y el profesor era un señor de la costa interesado en la recuperación y recolección de las músicas tradicionales del Caribe, y en la clase éramos como quince (15) hombres y dos (2) mujeres. Era una clase una electiva de aprender a tocar tambor, intentarlo por lo menos, y cuando yo quería pasar a tocar el tambor él me decía que yo no podía tocar porque tenía manos de princesa, entonces yo tuve un semestre esta clase y no puede tocar el tambor. La otra estudiante que estaba en el curso, al perecer sus manos eran menos de princesa o algo así porque a ella la dejaba tocar un poco más. Todo esto a pesar de que el profesor era una persona que vive en un contexto urbano, que no viene de una zona rural, que uno diría que maneja un contexto distinto al de muchos músicos más tradicionales y más rurales, y esta era una clase en la universidad y era una clase de aprender a tocar instrumentos tradicionales y se supone que uno debía intentar y hacerlo mal, porque está aprendiendo, pero yo no podía porque tenía manos de princesa según el profesor. Esa fue mi experiencia intentando aprender a tocar el tambor y hasta ahí llego.

 

Diana Sanmiguel: Yo les comentaba ahorita que decían eso, "tiene manos de princesa, no tiene la fuerza, no tiene el golpe, el pegue", pero luego veo unas chicas con el pegue, tocando muy duro, con mucha fuerza, "ah no, esa es lesbiana"  "esa pelada toca como un macho" Es muy difícil mediar en eso porque no se trata de fuerza, sea hombre sea mujer tiene que ver con la técnica. El sonido se logra estudiando, no porque seas mujer u hombre.

 

Cuando empecé a descubrir este camino de la música tradicional que decían que la gaita macho es pa´ macho porque necesita soplar duro, como si la mujer no pudiera soplar duro, y lo mismo con el tambor, "no,  ese es de macho" Hace poco, una chica que está haciendo una investigación sobre las mujeres en la música colombiana me preguntaba "¿y en tu banda, en la de hombres, no hacen audición para mujeres?" y yo le digo "no, hacemos audición para el instrumento que se necesite".

 

Juan Sebastián Rojas: Lo que yo vería ahí, más que un tema de machismo a la inversa es un tema de objetificación (convertir a la mujer en un objeto) para que se vea bien en la tarima. Esa es la función que se está buscando, ese tema es muy interesante también, me gustaría que siguiéramos hablando de eso pero relacionándolo con el tema de la percusión. A lo que yo quería tratar de llegar es que hace quince años si uno iba a un festival en la costa Atlántica, era muy difícil encontrar mujeres que tocaran instrumentos de percusión. Hay unas ciertas tradiciones donde los formatos instrumentales están claramente identificados, las funciones en la música están claramente divididas por género, y tiene que ver con cosas externas a la música, la disponibilidad de ciertas persona para ciertos trabajos, o simplemente con una cuestión del timbre de la voz (como dice un maestro amigo nuestro, Emilsen Pacheco, es que la mujer canta mejor) Pero si uno va actualmente a los festivales o a las ciudades de la costa, o hace una revisión en la música de gaita y la música de bullerengue uno encuentra que cada vez son más las mujeres que tocan tambor.


Marcela Pinilla ha sido una de las personas que se ha dedicado a investigar este tema, pero tenemos la sospecha que ese fenómeno surgió con las tamboreras de Bogotá, que fueron las mujeres tocadoras de tambor que no estaban sujetas a esas lógicas de lo tradicional, de sexualizar las funciones en la música sino que eran las que estaban ahí aprendiendo esas músicas  regionales, esas mujeres que aprendieron a tocar y llegaron a insertarse en estos contextos donde había unas lógicas preexistentes sobre cómo hacer la repartición de trabajos de funciones en este tipo de músicas, pues eso genera un choque para los mayores, pero también genera una gran curiosidad en los más jóvenes, y  eso es una influencia del neofolclor bogotano, esa nueva agencia que tienen estas mujeres jóvenes costeñas para aproximarse cada vez con menos miedo a estos instrumentos de percusión tradicional.

 

Lucía Ibáñez: Me gustaría añadir a esta reflexión una cosa y es que la participación no puede ser contada en número, sino en calidad y nivel real de participación. Voy a traer otra experiencia, ya que la idea es compartir experiencias. Data del año 2002, convocaron para un grupo de mujeres de reggae, allí tocamos unos años y en un momento hubo la oportunidad de hacer una grabación, para la grabación las compañeras decidieron unánimemente llamar a un amigo que nos acompañara en la dirección musical, y eso se hizo y en el momento en el que llegó este muchacho decidió que nosotras no íbamos a grabar, y entonces yo no grabé el saxofón, la trompetista no grabó la trompeta, prácticamente grabaron solo las cantantes. Esto fue para mí supremamente frustrante y yo me salí, fue una situación bastante dramática porque ¿qué importaba cuál era el objetivo? ¿Mostrar que sí había mujeres en la música en la nueva ola del Reggae en Bogotá? Pues sí, éramos trece, era severa banda pero entonces ni siquiera sonaba chévere, era un grupo que sonaba bien sin necesidad de cambiar a las integrantes para que estuviera un hombre tocando cada uno de los instrumentos.

 

Volviendo al tema de la participación y del aporte de las mujeres de ámbitos urbanos, en estos otros espacios distintos a las capitales en donde circulan una cantidad de ideas que no circulan en Puerto Escondido o en Arboletes, así sean pueblos grandes, o en Apartadó que es enorme, creo que sí hay un aporte, también creo que al mismo tiempo esta reflexión sobre el género también ha sucedido en estos espacios urbanos de la costa Caribe, entonces creo que ha sido una influencia que va de aquí hacía allá y que también viene de allá hacia acá.

 

María Angélica Valencia: Se había hablado que cuando uno es mujer entonces se le exige siempre estar bien vestida, tiene que ser bonita, además tiene que tocar bien, o cantar bien, siempre tiene que estar sonriente. Pero en cambio el fulanito no importa, puede ser viejo, gordo, alto, flaco y no importa si tocó mal o no tocó tan bien. Y eso es algo que yo creo que están los medios bombardeando todo el tiempo, eso a mí como mujer me afecta, y siempre que estoy en escena me pongo "en modo escena" que es distinto al modo calle, entonces lo que hago musicalmente también lo quiero sentir en escena. Eso es una cosa que a mí siempre me cuestiona mucho porque ante todo yo quiero hacer música, y quiero que la música que yo haga la pueda disfrutar yo y la pueda disfrutar la gente, pero sí hay un peso encima todo el tiempo de los medios y de la gente del público, pero frente a los hombres no hay esta presión y creo que tiene que ver mucho con un peso histórico en general. En la historia de la música, por ejemplo, en la música en la Edad Media los coros eran masculinos y trataban de imitar la famosa historia de los castrados, entonces tienen que ser hombres, pero con voz de niños porque no puede haber mujeres en la música o porque no podían ser mujeres en esos papeles.

 

Juan Sebastián Rojas: Ese tema es interesantísimo y sigue siendo muy universal, se sigue viendo todavía que hay mucha restricción para que la mujer participe en ciertos espacios relacionados con la música.


Lucía Ibáñez: Sí, el caso de una compositora de San Jacinto que se encontraba con una situación bastante complicada para ella. Más allá de ser compositora de las canciones, y que los hombres interpretaran sus canciones, ha sido muy difícil para ella crecer como artista en escena porque no ha podido participar por ser una mujer que tiene que cumplir con estos roles, ser esposa, ser madre. Ese tipo de cosas han sido derroteros para ella en su historia como artista, más no como compositora, es decir, si compone, que lo toque alguien más. Ya que estamos planteándonos el tema de los roles, a mí me surge ahora una reflexión: si bien hay unos roles permitidos y unos roles no permitidos, en estos días yo estoy en embarazo y hay reflexiones que inevitablemente surgen, y precisamente estaba hablando con varias compañeras del gremio desde diferentes lados, el rol de ser mujer-artista-madre, mujer-artista-cantante, y cómo desde los relatos que surgen es más fácil aceptar el rol mujer-productora que es madre, incluso es apoyada, con unos casos y unas historias maravillosas; que el de la mujer-artista–cantante, porque el de la mujer-artista es otro lugar.

 

Finalmente esa objetivación es supremamente peligrosa porque la mujer que está permitida de ser ‘front’ de un grupo, y de liderar y ser la mujer que está adelante exhibiéndose, exhibiendo sus sentimientos además, porque pues el canto es un instrumento súper sensible, pasa por el rol de la mujer que no es mamá o que tiene que estar en disponibilidad de no serlo, y eso es muy conflictivo para muchas mujeres cantantes de los nuevos folclores, es complejo entonces estar  en gira y ser una madre recién parida, por ejemplo de seis (6) meses, pero ser cantante es distinto a estar en gira y ser una madre recién parida y estar en producción, o estar en coros. Entonces estos roles que se permiten, o no se permiten, como también son coercitivos para el desarrollo de cualquier personalidad

Juan Sebastián Rojas: así como Lucía nos acaba de contar este caso, de una frustración de esta compositora costeña, hay otros casos que son positivos pero que de todas maneras no deja de evidenciar que sí hay una norma para que la mujer tienda a quedarse atendiendo el hogar. Hay una señora cantadora, de Libertad, Sucre, corregimiento de San Onofre, ella se llama Isabel Martínez ‘Chabelo’, y ‘Chabelo’ es una mujer que sale bastante, es cantadora de bullerengue, líder cultural de su pueblo, líder de los rituales fúnebres, ella es cantadora de juegos de Velorio y otra cantidad de cosas relacionadas con las tradiciones locales, y ‘Chabelo’ siempre que uno le pregunta por su trayectoria lo primero que hace es darle las gracias a su esposo Nicolás Guzmán, "porque es que Nicolasito siempre me ha apoyado y nunca me ha dicho que no, siempre me ha dado permiso para que vaya" Para ella lo más importante ha sido eso, realmente ella sabe que tiene todos esos talentos, todos esos saberes, que es una persona muy importante dentro de su comunidad pero a la hora de salir hay unas barreras culturales muy fuertes. Libertad queda bien lejos, es una rural bien apartada. Este es un caso positivo donde ella ha logrado desarrollar su carrera de esta manera, pero donde hay una conciencia que esa no es la norma, que es una excepción y hay que estar absolutamente agradecido de que se dio esa oportunidad.

 

Diana Sanmiguel: yo quería decir que tienes razón, y que Lucía me hizo caer en cuenta, cuando hice el primer aporte me estaba refiriendo principalmente a mis colegas de trabajo, a mis amigos, después fue que salió esta historia del tambor e inmediatamente se me vino ese recuerdo, y claro, Lucía me hizo caer en cuenta y en ese momento yo lo sentí, pero este señor fue mi profesor y  cómo así que manos de princesa. Yo sí le reclamé en su momento, pero era muy joven, y bueno.

 

Me acordé ahorita también de una situación y es que yo giro bastante y giro sólo con hombres, y la pregunta de mucha gente es ¿y tu esposo no viaja contigo? Mucha gente me hace esa pregunta, y como él no toca conmigo, a él no le preguntan que si yo voy a trabajar con él, supongo que nadie se lo pregunta a los hombres del grupo ¿y tu esposa viaja contigo?, porque se asume que el hombre sí puede viajar y hacer lo que quiera, pero la mujer tiene que ir con su esposo.  

 

Lucía Ibáñez: Pues bueno, para finalizar yo quisiera redondear un poco a partir de las últimas tres intervenciones: para dejar aquí sobre la mesa y es que claramente no hay una intención de victimizar a nadie ni de volver victimario a nadie. En mi propuesta de transformación sería más transformar los discursos antes de cómo estar listos para atacar los discursos. Tampoco hay, por lo menos de mí parte, la comprensión de lo que me gustaría poner a rodar entre las cabezas de todas las que estamos aquí, no concebir ahora una reacción de violencia contraria, sino más bien generar un discurso, sobre cómo nos referimos a las cosas pequeñas o grandes, eso es bien importante. Tú mencionabas precisamente el tema del lenguaje, que para mí es el que crea finalmente, el lenguaje es nuestra manera de nombrar las cosas, es como vemos el mundo, así que finalmente como lo decimos es bastante importante.

 

 

María Angélica Valencia: Para cerrar quiero contar una pequeña experiencia que se me había olvidado: cuando Juan Sebastián me preguntaba por las mujeres en el campo más experimental, este año tuve una experiencia bien interesante: un amigo, Santiago Botero, profesor de la universidad Javeriana y quien dirige un ensamble de improvisación en el programa de niños y jóvenes de música, nos invitó a tocar el año pasado a varios amigos colegas con los niños de su curso, y este año a ese ensamble sólo se inscribieron niñas, y nos invitó a mujeres, grandes, a compartir con ellas y lo abordó muy interesante porque él es hombre, es profesor y lo abordó desde la posición de "nosotras como mujeres en la música" para que compartiéramos nuestras experiencias con las niñas, y sobre todo en estos campos de las músicas experimentales, y fue un proceso súper bonito y un trabajo súper interesante porque la niña más chiquita tiene como 8 o 9 años, además, es baterista. Esto es un ejemplo de trabajos que se hacen, que existen y que pueden ser semilleros. Y si bien no sabemos cuál sea el futuro de estas niñas, si quieran ser músico o no y que camino tomen, yo creo que sí es una experiencia bien importante que les da unos referentes.

 

***

 

El rol de las mujeres en las músicas colombianas es un tema que ha tomado fuerza en los últimos años. En esta sesión tuvimos a tres mujeres que han trabajado en distintas áreas de la música desde hace tiempo y son un referente vigente de este tema en particular. Diana San Miguel, Lucía Ibáñez y María Angélica Valencia nos dieron sus opiniones al respecto con la moderación del etnomusicólogo Juan Sebastián Rojas. Para entender un poco lo que está pasando hoy en día con el tema, fue necesario mirar al pasado y darnos cuenta de que Colombia es un país donde el patriarcado y el machismo han marcado fuertemente la cultura, definiendo nuestra sociedad actual. Si miramos con detalle el rol de la mujer en las músicas colombianas a través de la historia, nos encontramos que desde la colonia las mujeres estaban en un contexto urbano, donde interpretaban un instrumento de origen europeo (violín, piano etc…) y más como una diversión que como una vocación. Sin embargo, en varios lugares del país las descendientes afrocolombianas empezaban a interpretar las manifestaciones culturales africanas, particularmente en el canto y el baile; este es un punto importante ya que las expertas coinciden que las expresiones afrocolombianas de las dos costas fueron un referente importante para que mujeres de todo el país se animaran a dedicarse a la música como un estilo de vida. Adentrándonos más en el siglo XX, encontramos mujeres importantes en el ámbito académico, como Teresita Gómez y Amparo Ángel, que han dejado una obra musical importante para la historia de la música colombiana. En este mismo periodo (primera mitad del siglo XX) en las costas empezaban a surgir grandes cantadoras, como es el caso de Estefanía Caicedo, Irene Martínez y Martha Herrera, entre muchas otras. Las expertas coinciden que a finales del siglo XX en las academias se empiezan a ver más mujeres estudiando música, más que todo en la parte clásica, y en la parte popular la gran mayoría ingresaba al énfasis de canto; no es claro el porqué de esta preferencia, pero si se enfatizó en que la industria musical tuvo que ver, ya que globalmente el timbre femenino de la voz se utiliza mucho en la música moderna. Por otra parte, las tres expertas nos contaron episodios en las que se vieron de alguna manera afectadas por su condición de mujer, como en el caso de María Angélica, quien nos contó que en una electiva de tambores en la universidad el profesor le dijo que por tener manos muy chiquitas, el sonido del tambor no iba a ser óptimo. Este tipo de actos se vive comúnmente en varias zonas del país, por ejemplo, en las costas se piensa que la interpretación de algunos instrumentos es exclusiva para los hombres, generando una brecha que afecta a las mujeres que se animan a incursionar en estas prácticas. Sin embargo, desde hace algunos años, las mujeres se han atrevido a interpretar todo tipos de instrumentos, ritmos y expresiones musicales, y se han ganado de a pocos el respeto de grandes maestros de los ritmos tradicionales, como es el caso de Diana San Miguel y La Perla quienes desde hace ya varios años han participado en el Festival Nacional de Gaitas en Ovejas (Sucre), en el que ganaron un premio importante el año pasado. Por otro lado, tanto Lucía como María Angélica son referentes actuales de gestión cultural, logrando festivales e iniciativas importantes para la cultura en el país. Colombia sigue siendo un país marcado por el machismo, que ha dejado marcas profundas en la interacción con las mujeres; sin embargo, en los últimos años se ve y se siente que las mujeres están rompiendo con estas brechas culturales y cada vez más se empoderan de procesos transformadores. Es un tema muy complejo pero vamos por buen camino.

 

S.C.

 


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